Voadora lleva desde el año 2007 poniendo los medios para que suceda lo imposible.
Con un equipo equipo formado por artistas de diferentes disciplinas (artes plásticas, música, cine y escena) capitaneados por Marta Pazos, la compañía ha sorteado las trampas de la periferia convirtiéndolas en virtudes y parece encontrarse en un permanente estado de crecimiento, sumida siempre en una búsqueda constante de nuevos horizontes que le han hecho deslizarse por todos los lados de la creación contemporánea sin perder nunca sus señas.
Voadora ha trabajado dentro y fuera de nuestras fronteras en formatos reducidos, formatos gigantes, montajes colectivos de índole social, adaptaciones contemporáneas de textos clásicos, nuevas dramaturgias musicales... y un largo etcétera de incursiones en géneros en los que ha dejado siempre su impronta.
Sorprende la solidez de su carrera fundamentada, si más, en una apuesta firme por el cuidado de cada elemento, en una exigencia rigurosa y un amor extremo al arte.
Una visión ética del trabajo teatral, ajena al cinismo y cuyos ecos resuenan dentro y también fuera del escenario.
Pero, quizás, lo más reseñable en este caso, no sea la impronta que la compañía ha dejado en esas piezas, sino la huella que todos esos montajes ha dejado en Voadora, que se presenta, a día de hoy, como una potente máquina de generar experiencias y preguntas sin respuesta